A la Diestra de Dios Padre. Autor: Tomás Carrasquilla. Ilustradora: Olga Cuellar. Editorial: Ministerio de Cultura de Colombia. Este dizque era un hombre que se llamaba Peralta. Vivía en un pajarate muy grande y muy viejo, en el propio camino real y afuerita de un pueblo donde vivía el Rey. No era casao y vivía con una hermana soltera, algo viejona y muy aburrida. No había en el pueblo quién no conociera a Peralta por sus muchas caridades: él lavaba los llaguientos; él asistía a los enfermos; él enterraba a los muertos; se quitaba el pan de la boca y los trapitos del cuerpo para dárselos a los pobres; y por eso era que estaba en la pura inopia; y a la hermana se la llevaba el diablo con todos los limosneros y leprosos que Peralta mantenía en la casa. “¿Qué te ganás, hombre de Dios -le decía la hermana-, con trabajar como un macho, si todo lo que conseguís lo botás jartando y vistiendo a tanto perezoso y holgazán? Casáte, hombre; casáte pa que tengás hijos a quién
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Meñique . Autor: José Martí. Ilustrador: Elizabeth Builes. Editorial: Ministerio de Cultura de Colombia. Y sucedió que de repente, en una noche de mucho calor, salió de la tierra, delante de las seis ventanas, un roble enorme con ramas tan gruesas y tanto follaje que dejó a oscuras el palacio del rey. Era un árbol encantado, y no había hacha que pudiera echarlo a tierra, porque se le mellaba el filo en lo duro del tronco, y por cada rama que le cortaban salían dos. El rey ofreció dar tres sacos llenos de pesos a quien le quitara de encima al palacio aquel arbolón; pero allí se estaba el roble, echando ramas y raíces, y el rey tuvo que conformarse con encender luces de día.Y eso no era todo. Por aquel país, hasta de las piedras del camino salían los manantiales; pero en el palacio no había agua. La gente del palacio se lavaba las manos con cerveza y se afeitaba con miel. El rey había prometido hacer marqués y dar muchas tierras y dinero al que abriese en el patio del cas
Los Pigmeos. Autor: Natanhiel Howthorne. Ilustrador: Rafael Yockteng. Editorial: Ministerio de Cultura de Colombia. Hace muchos, muchos años, cuando el mundo estaba lleno de maravillas, vivía en él un millón o más de personas muy pequeñas, llamadas pigmeos, cuya medida no era mayor que quince o veinte centímetros. Toda una familia cabría en un zapato. Tenían pequeñas ciudades, con calles de menos de un metro de ancho, pavimentadas con diminutas piedras, y con casas que no eran mayores que jaulas de pájaros. Los pigmeos plantaban trigo y otras clases de granos que, cuando crecían y maduraban, se levantaban por encima de sus cabezas, igual que los grandes árboles hacen con nosotros. Si un tallo de trigo caía sobre un infortunado pigmeo, podía ocurrir lo peor. Cuando no le aplastaba y hacía pedazos, por lo menos, le causaba un gran dolor de cabeza. Estos pigmeos tenían por vecino a un gigante, llamado Anteo, que era grande, muy grande. Llevaba como bastón un tronco de pino cuyo diámetro